Llegar y besar el santo. Esa fue la frase definitiva al ver el tinglado que, finalmente, Tiffany&Co había montado en el mismísimo centro del Paseo de Gracia Barcelonés. El momento había llegado, y ahí estaba para verlo todo –o, supongo, que casi todo-. La inauguración prometía lo que una joyería de tal calibre debía prometer. Y una –era más que evidente- no se equivocaba.
Al entregar la entrada, Carmen Lomana posaba en el panel de prensa. En ese momento -y sin aun haber siquiera entrado- podía hacerme la idea de lo que me iba a encontrar. ¡Y sí! exactamente, toda la Jet Set barcelonesa quería dejar huella el día indicado. Para entendernos –y solo un poco- la media de edad serían unos cincuenta y tantos, gente de dinero, un target muy Tiffanny&Co. Llegados a este punto, la verdad es que no sé qué inflaba más el ambiente; el maravilloso catering al que estuvimos expuestos a todas horas non stop –a los camareros les faltaba coger el pinchito y hacerte el avión- o el aire exclusivo que –incluso en la terraza de fumadores- se podía respirar.
Tiffany se transformó la noche del treinta de noviembre en una galería que albergaba no solo las más importantes joyas de la capital, sino los más importantes personajes de la misma. Una fiesta orientada al reencuentro –o encuentro y punto- de todos aquellos posibles contactos, usando como hilo conductor el champagne y el cocktail de espumita limonera –Sí, sí… ¡tenía espuma de limón!- creado especialmente para la ocasión por la misma firma.
El tema se iba animando –que era de esperar con ese alto standing etílico…- y con este, los de seguridad empezaban su fiesta particular prohibiendo cualquier tipo de fotografía hecha por los no jetsetterianos ¡Y es que no dejaron tomarlas ni al mismísimo Ramiro E! – Que también estaba en la fiesta-. Por suerte para vida austera pude robar algún informe fotográfico –casi a calidad de cámara oculta- de la fiesta, y no sin tarjeta amarilla por parte del organizador. Entre unos y otros ponían, por si solos, la banda sonora. Sus sonrisas cómplices, sus experiencias no contadas, sus novedades. Todo el mundo quería saberlo todo de todo el mundo. ¡Y es que es para menos! Dios los crea, ellos se juntan.
Cuando conoces a toda la manada puede llegar a ser normal el chismorreo sobre unos y otros ¿Lo bonito? Que las joyas no dejaban de estar en el punto de mira de todos los asistentes –marujones y no marujones-. Fulanita podía estar hablando con menganita sobre ese magnífico top biquini de red de oro diseñado por Elsa Peretti -pero bueno… sin dejar de fisgonearse entre ellos-.
¡Elsa! ¡Amiga Elsa! Otra de las grandes protagonistas. Elsa Peretti, musa y modelo inmortal de –entre otros- Dalí, Halston o Helmut Newton, es diseñadora de Tiffany desde sus primeros 1968 en la ciudad de las luces, Nueva York, donde también trabajó para Giorgio di Saint’Angelo. Sin embargo, después de una larga conversación con la monumental, me doy cuenta de que ante todo, es un muy fuerte y divertido ser humano, que –Sin ninguna duda- es el alma –con todas las connotaciones de la palabra- de la fiesta.
Beatriz D’Orleans, Alejandra Prat, María Zurita, Rosa Clará, Ricardo Bofill y su familia, Luis del Olmo y su mujer, Juan Manuel Alcatraz, Leopoldo Pomés o Patricia Sañes, entre otros, fueron algunos de los asistentes –porque sin duda, habían ciento y la madre ahí metidos-. De todos ellos, Destaco la clase innata y la acidez de la Lomana, el humor negro de Ricardito Bofill -quien no parecía muy deacurdo consigo mismo y su asistencia en la fiesta, ya que para él, era <<una perdida de tiempo ir donde estaban los carcamales de siempre>>- y el carácter vibrante y sensual de la Peretti. Lo mejor que puede ofrecer Tifanny en Barcelona, es ese alma soberbia, brutal, segura, exclusiva y permanente de quien lo lleva. Y es justamente eso, lo que los invitados configuraban en la velada: el alma de Tiffany&Co.
TEXTO: Inés Troytiño
FOTOS: Inés Toytiño